Hace dos años, cuando la historia de Karibu Sana echaba a andar, se me ocurrió que tenía que conseguir regalos para los niños que por entonces conocía. No eran demasiados: la familia de Víctor (6) y la de Fidel (9), aparte de los niños de Kwetu Home of Peace (unos 25).
Les pregunté qué solían hacer por Navidad. Allí, en Nairobi, es tiempo caluroso. Víctor me dijo que poco: el año anterior, apretados como siempre por la falta de dinero, el único extraordinario había sido que en la comida de navidad tomaron chapati, unas tortas de trigo fritas en grasa. No fue momento de pollo, porque no llegaba el presupuesto: la ocasión del año para comer carne se esfumó.
– ¿Y algún regalo?
– ¡Sí!, me dijo emocionado. Mi madre me dió 10 chelines (8 céntimos de euro) con los que pude dar dos vueltas en bici al campo de fútbol.
Poco me parecía, y deseé hacer que aquello cambiara.
– ¿Qué te gustaría por Navidad?, pregunté a Cofi, un niño de Kwetu, días más tardes.
– Un Spiderman, respondió él, sin pensarlo demasiado.
Y me lancé a pedir dinero a través de Facebook para lanzar la ‘Operación Spiderman: ningún niño sin regalos’. ¡Todo tan Occidental!
Logramos que algunas personas se apuntaran, y las familias de Víctor y Fidel salieron con zapatos para todos (madres y padre incluidos), además de algunos balones. Los niños de Kwetu tuvieron sus mochilas escolares, balones, equipamientos de fútbol. No estuvo mal.
Pero luego me he preguntado muchas veces si aquello fue útil, si fue lo mejor.
Ayer, hablando con Judy, la directora del Colegio Desert Streams, me decía que tiene 5 niñas que acaban de terminar 8º, el curso que les abre a la Secundaria. Ninguna de ellas tiene medios económicos para pagar esa etapa en la que han sido admitidas tras el examen nacional. Tres de ellas sufren abusos físicos en casa: padres alcohólicos que les pegan, los mismos que se niegan a comprarles libros porque consideran que una mujer no debe aspirar a tanto. Nos parece a los dos que estas cinco niñas merecerían una oportunidad, poder ir a un colegio de secundaria, y que sería mejor que lo hicierna internas, lejos de la miseria de Kibera. Cada colegio nos costaría unos 80€ al mes durante 12 meses al año, y la secundaria dura 4 años. Es decir, las niñas nos están pidiendo un compromiso fuerte. ¿Podremos afrontarlo? Para lograrlo necesitamos ayudas nuevas.
¿Hacemos surgir el ‘espíritu de Spiderman’? ¿Podremos darles el regalo que realmente necesitan, una educación?
En tus manos (en las mías) está la posibilidad de hacerlo.