Si Ezequiel tiembla…

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Vincent y Ezequiel, Karibu Sana

Conocí a Zippora en una circunstancia dramática para ella. Viven en Kibera, el mayor barrio de chabolas de África. Hace unos años su marido, que trabajaba como obrero de la construcción, sufrió una grave lesión de espalda que le obligó a reinventarse como vigilante de colegio (60€ al mes). Ella aporta dinero al hogar lavando ropa y suelos. Pero tiene un problema: con frecuencia el asma no le deja respirar. Y a eso no ayuda el que tenga que tratar con jabones y detergentes en su tarea, o el que no tenga dinero para pagar un inhalador. Si se ahoga, no trabaja, no cobra. Eso es vivir.

Tienen dos hijos. Ezequiel, el mayor, y Vincent. 15 y 12 años respectivamente. Esos milagros de la genética, o ese manto que pone Dios, han hecho que los dos tengan una capacidad intelectual más que notable. Viviendo en una triste chabola de Kibera, Ezequiel fue admitido para la secundaria en Alliance School, es más prestigioso colegio público del país que solamente coge dos o tres alumnos por provincia. Ezequiel fue uno de los tres de Nairobi. Su hermano Vincent le va a la zaga: el año que le conocí le enviamos al mejor colegio de Kibera (una escuela adyacente a la iglesia católica del barrio) y fue el número uno por goleada. Y todo viviendo en una única habitación, y sin medios.

Ezequiel y Vincent, el día que compramos libros y zapatos

La entrada en Alliance no fue solución para Ezequiel. Tenía que pagar la matrícula, de unos 100€ al mes. Por supuesto, eso estaba a años luz de las posibilidades de sus padres. Un pariente, que vivía en la lejana ciudad de Kisii, se postuló como ayuda, y pagó el primer curso. Sin embargo, al final de ese año el pariente murió, víctima de una enfermedad rápida: en diciembre, en plenas vacaciones hacia segundo de secundaria, Ezequiel sabía que no podría continuar sus estudios en Alliance pues no tenían dinero.

Zippora rezaba. Ella es protestante. Un domingo se le acecó una compañera de iglesia. ‘Sé de tu problema. Creo que tengo la solución’. Y le habló de mí. Zippora, en un mar de timideces, se atrevió a llamarme. Meses más tarde, en otro de nuestros encuentros, me contaba lo que le costó: ‘Era la primera vez en mi vida que iba a hablar con un muzungu (blanco), y me moría de miedo’. Me contó la situación, me encantó como madre, como persona, y sin saber muy bien cómo lo pagaría le dije que contara conmigo para cubrir la matrícula de Ezequiel, y que cambiara a Vincent de colegio. Fue entonces cuando el pequeño se incorporó a la escuela católica, en la que sería el primero.

Zippora, una auténtica ‘madre coraje’

Ezequiel es muy tímido, casi envarado. Pero tiene las ideas muy claras. El día que me lo presentó su madre me contaba que su sueño era rendir muy bien para poder ir en el futuro a estudiar medicina en Alemania. ¿De qué sabe un chico del slum la existencia de Alemania? Me sorprendió, y me alegró ver la infinitud de posibilidades que se abrían ante él.

Hace tres meses me llegaron las primeras noticias de un problema. Ezequiel tenía algo en su salud que no funcionaba. Nos enteramos después de que la madre nos pidiera ayuda, cosa que no quiso hacer hasta que se quedó sin dinero en las sucesivas visitas a médicos. Michael Babu (el hombre de Karibu Sana en Nairobi) preparó una consulta en el centro médico de Strathmore, que confirmó los otros diagnósticos: Ezequiel sufre frecuentes convulsiones desde hace unos meses porque se está viendo afectado por ataques de epilepsia.

¿Qué consecuencias tiene eso? Bueno, a corto plazo unas consecuencias graves, pero que podemos solucionar: Ezequiel necesita un tratamiento médico que sus padres no pueden pagar, pero que costearemos desde Karibu Sana, cueste lo que cueste (las medicinas allí son muy caras).

A medio y largo plazo no lo sé: ¿cómo le afectará la epilepsia?, ¿podrá seguir estudiando?, ¿le lesionará el cerebro de forma grave?, ¿pasará de ser una esperanza en la familia para convertirse ‘en una carga’ (¡en una bendición, en un enfermo!)?

No lo sabemos. Si sé que, pase lo que pase, Ezequiel tiene la suerte de tener una madre y un hermano maravillosos (no conozco al padre). Y que tiene también la suerte de teneros a vosotros, a nosotros, que como Karibu Sana vamos siempre a las personas concretas, a las que entraron en nuestro camino, con las que nos comprometemos tanto como cada uno de vosotros haceis con vuestros hijos: hasta el final.

No dejéis de ayudarnos, ni de buscar a gente que pueda ayudarnos: con el tiempo las responsabilidades (los imprevistos) crecen.

Vincent y Zippora en su casa (una chabola de madera)
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