Se ha puesto en contacto conmigo una familia del Levante, que conoce algo a alguien a quien yo conozco. Su hija va a hacer la Primera Comunión el sábado 5. Su gran ilusión era pedir como regalo medios para poder ayudar a la educación de un niño en Kenia. Dicho y hecho: va a dar un mensaje a sus familiares el día de la ceremonia, y se va a comprometer durante los próximos años a conseguir los medios con que Esther pueda ir al colegio. ¡Bravo!
El año pasado Ignacio, de Madrid, hizo lo mismo. Y este año ya me lo había pedido Nerea. Me parece una forma excelente de entender el ‘don’ (el regalo) que es la Eucaristía.
Ayer me hizo una llamada perdida Austin, mientras yo trabajaba. Me supuse que sería algo urgente, pues los 9.000 kilómetros que nos separan son bastantes como para comunicar Madrid con la Sabana. Le llamé. «Daddy, te quería pedir permiso para que me dejes marcharme de casa. ¡Mi abuelo no me deja hacer nada, y si trato de salir a jugar al fútbol o con amigos me pega! ¡No sabes lo que me aburro!». Me encantó el detalle: Austin, que ha vivido muchos meses en la calle, que nunca ha dudado lo más mínimo en escaparse si le venía en gana, ahora me pide permiso para volver a la calle. No se lo he dado: he escrito a Kwetu para que le inviten a pasar un par de días con ellos. ¡Este adolescente va madurando!
Me envía Joan dos fotos de Moses Javier: durmiendo y riendo. Calculo que ahora tendrían que haberse cumplido 18 meses desde que este niño habría sido abandonado en la calle con una semana de vida. A lo mejor 18 meses desde su muerte anónima, o desde que hubiera sido acogido en una institución pública o privada para niños abandonados, y me imagino lo que hubiera sido (su vida, o su muerte). Y es una fuente de alegría y de vida: me parecía que refleja perfectamente el objetivo de Karibu Sana. Con Moses Javier (que ahora vive con una familia maravillosa) y con tantos otros niños a los que podemos cuidar con vuestra ayuda.
Uno más uno, uno más.