Ella es viuda. Su marido falleció por un accidente de tráfico, lo enterró, y a los pocos días dio a luz a su segundo hijo. Pero ahí no terminó todo, sino que empezaron los problemas. Entró en coma, y estuvo así durante dos meses. En ese periodo los médicos desubrieron un grave problema renal, y decidieron que empezara diálisis, tratamiento en el que sigue hoy en día. Ahora bien, la diálisis solo se da en Nairobi (Kenyatta Hospital), y ella vivía en el campo: se tuvo que venir a la ciudad con los dos pequeños, sin posibilidad de trabajar por su defectuosa salud, sin casa, sin dinero, sin… Como consecuencia de este cúmulo de problemas también empezó un proceso depresivo. Como veis en las fotos, se acompaña de dos muletas: apenas puede andar.
Y entonces conoce a Judy, la directora de ‘Desert Streams of Kibera’, que no duda un segundo en admitir a los dos pequeños. La madre no está en condiciones de pagar nada, pero el que ellos puedan estar en la escuela asegura su alimentación, y que la madre descanse.
Viven en casa de un vecino, que les ha acogido. Imaginaos la pequeña chabola sin condiciones (ni agua, ni baño) con tres habitantes más. Es un gran acto de generosidad por parte del vecino: «Mucha gente tiene miedo de acoger a los enfermos en sus casas», me cuenta Judy. No dudo que a nosotros nos ocurriría lo mismo.
Los niños se llaman Esther Kerubo (la hija, la mayor, tan pequeña, nacida en septiembre de 2012) y Steve Moses Oketch, el niño.
Por supuesto le dije a Judy que adelante, que desde Karibu Sana nos encargaríamos de esos niños (me gustaría también que de algún modo podamos apoyar a la madre, que no tiene ingresos). Eso supone abrir más la mano, y abandonarnos en la Providencia, seguro de que se encargará del asunto y nos conseguirá los ingresos necesarios.
¡Y vaya si se encarga! A las cuatro horas recibo una llamada. «Mi nombre es F. Tengo una niña de ocho años que el fin de semana que viene hace su Primera Comunión. Leímos lo que contaste de la Comunión de una familia de Levante y nos ha inspirado. Nuestra hija está de acuerdo en pedir como regalo de ese día dinero para ayudar a la educación de algún niño en Kenia. ¿Crees que es posible?».
Y le conté, con una sonrisa en los labios, la historia de esa mujer (madre como la que me llamaba) y de la necesidad que tiene.
Y así hemos cerrado un acuerdo por el que Esther y Steve Moses pueden contar, por una vez, con una gran esperanza.
¿Nos ayudas a encontrar más apoyos?