Una la ofrecía Javier, con su dulce voz de niño de 9 años sonando al otro lado del teléfono: «Quiero ayudar a Karibu Sana, pero tendrás que esperar un poco. Hasta la segunda semana de mayo no hago mi Primera Comunión. Pero cuenta con mis regalos. ¿Vale?».
Otra llegaba de un antiguo alumno y de su novia. Ella becaria de doctorado en una universidad, él abriéndose paso en las procelosas empresas de consultoría, han decidido dejar parte de sus todavía magros sueldos en cuidar de los estudios de una niña en los slums de Nairobi.
Y otra de una persona que me contaba con congoja que acababan de vender una casita de campo (el ‘chalet en la sierra’), donde había disfrutado tanto viendo crecer a sus hijos, y había decidido desviar una parte de lo obtenido para cubrir el esfuerzo de educar a un amplio número de pequeños: «Me gusta la idea de que el lugar que hizo tan feliz a mis hijos pueda ahora hacer feliz a otros niños», decía en su carta.
Damian, de Kwetu
Algo similar ha sucedido con unos cuantos amigos que se han decidido a regalarme por mi cumpleaños lo que pudieran rascar de sus bolsillos. O con ese matrimonio que ya se encargaba de dos niños y han decidido hacer un esfuerzo para acoger a un tercero.
Todo son maravillosas formas de voluntariado en Kenia.
El lunes 8 de abril alcanzo los 50 años. De 1969 hasta hoy. ¿La sensación? Que ojalá me quede cuerda para rato porque sigo con la sensación de estar empezando. Y como soy tan joven, me hacen un montón de ilusión los regalos.
¿Te imaginas ayudar a 50 niñas como Millicent?
¿Qué me gustaría por mi cumpleaños? Con mi sentido patético del marketing lo resumiría con esta frase: Conseguir 50 para mis 50. Es decir, que un regalo que podrías hacerme es buscar a una persona que quiera colaborar con Karibu Sana encargándose de la educación de un niño. Como sabes, son 20€ al mes para un niño en escuela de día y 90€ al mes para uno que vaya a un internado. Si tú consigues uno (familiares, amigos, compañeros de oficina, herencias y legados, primeras comuniones, tu cumpleaños…), y otro a otro, y… llegaremos a 50 niños y niñas más y les cambiaremos las vidas. ¡Hazte un regalo haciéndome un regalo!
Manuel Domínguez Churruca en su estudio dodark
De esta semana: asistí a la inauguración de estudio dodark, de arquitectura, arte y diseño, en el que trabaja Manuel Domínguez Churruca, que es quien nos diseñó la web. Han creado un espacio increíble en un antiguo garaje, donde tendrán exposiciones además de sus trabajos de arquitectura, decoración y comunicación. Además de su extraordinaria labor de cooperación.
Una foto de William/David entre mis libros y cascos
También pude hablar con David, que en realidad se llama William (lo descubrí el miércoles al charlar con él: «¡Sólo tú me llamas David!», me decía riéndose). Resulta que había vuelto a la calle. Yo le pedí a Sister Carol que le buscara, y fue ella misma a la calle hasta dar con él, animarle a volver a Kwetu y ponerlo otra vez en marcha. Ya está en el colegio y me ha prometido que se centrará en los estudios. Es un chico buenísimo, todo un líder.
Pues eso: haceros el buen regalo de buscar gente que quiera regalar. ¡Y el lunes tiraré la casa por la ventana!
Pedí a Michael Babu que me mandara la lista actualizada de niños y niñas a los que llevamos al colegio, pues andaba un poco perdido. Lo hizo, como siempre, con atención al detalle, y nos salen estas cifras (que me dan un escalofrío de responsabilidad).
152 veces 1: ¡vaya bendición!
Llevamos al colegio a 122 niños y niñas que viven con sus padres. De estos, son 25 los que van a boarding schools, internados. Como ya he contado varias veces, ir a un internado conlleva que les sacamos del slum (chabolas), y por primera vez en su vida viven en una habitación decente. Además se aseguran ambiente de estudio, luz eléctrica, seguridad (especialmente las chicas), tres comidas al día, amigos… Cada uno de ellos viene a necesitar unos 900 euros al año. No es mucho, pero para 25 ya es una cifra respetable. Los otros 97 van a escuelas de día y viven con sus familias en el slum o en el campo. Según vayan llegando a la adolescencia irán pidiendo, y necesitando, el paso a boarding school.
Tenemos también a 30 que provienen de Kwetu Home of Peace, la iniciativa que rescata y reinserta niños de la calle. Hace 18 meses me comentó la directora, Sister Carol, que habían descubierto que en torno a un 70% de los que acababan el programa volvían a la calle. La razón, que en sus familias seguía el mismo ambiente de violencia o de hambre. Entonces no ayudábamos a ninguno de esos niños. Ahora son un número elevado, todos en boarding school. Con esfuerzo (hemos vuelto a tener que rescatar a 3 de ellos), el 100% de los que llevamos al colegio siguen educándose y no en la calle. Ahora bien, el número de los que terminan en Kwetu cada año ronda los 20/30 muchachos: nos queda mucho margen de cosas por hacer.
¿La sorpresa? Acabo de terminar la redacción de un libro sobre los orígenes de Karibu Sana. Creo que ha quedado muy bien. Lo mismo me dicen las pocas personas que lo ha leído. Quiero que todo lo que se pueda sacar de él vaya destinado al proyecto. Aunque es un proceso todavía en camino, sé que encontraremos editorial: un agente literario –Marta– me ayuda en ello. Iré contando.
Y mi querida amiga Carmela me regaló una caja de moscovitas de Oviedo: los tomaré a la salud de Karibu Sana, de estos 152, de todos vosotros.
Los ‘moscovitas’, que vinieron acompañado de un poema
Nos han mandado un presupuesto desde Kwetu Home of Peace, la casa de rescate de niños de la calle, y nos lanzamos a empujar tres cosas:
1– El pago por adecentar las habitaciones de los niños, organizados ahora por edad, con armarios, camas, sábanas y ropa nueva.
La granja con nuestros ingenieros
2– El pago por poner en marcha una granja: riego por goteo, tanques de agua (aquí les ayuda también el gobierno de Eslovaquia), invernaderos, semillas, traslado de las vacas a nuevo establo, compra e instalación de un montón de gallinas. Con eso conseguirán reducir muchísimo el gasto en compra de comidas, vender los excedentes en los mercados de Nairobi, sacar dinero para pagar a profesores, psicólogos y trabajadores sociales. Un ‘win–win’.
3– La transformación de un vehículo de gasolina a diesel y la compra de una furgoneta grande para evitar que los niños tengan que andar 10/15/20 km para ir y volver del colegio.
Y lo podemos hacer gracias a las donaciones que nos han ido haciendo particulares y algunas empresas, que quieren y saben sacar un sentido social a su dinero.
Michael Babu, Karibu Sana en Nairobi
PD: Hoy me ha llegado una petición urgente de Michael Babu. Me escribía desde Nairobi: «he recibido dos llamadas urgentes de ayuda de gente que está muriendo de hambre en Kenia y Mozambique. Ambas son de gente que conozco. Estoy intentando conseguir algunas donaciones y no sé, Javier, si os sería posible conseguir alguien que nos dé 300/500 euros. Con ellos compraré comida y se la mandaría a ellos y a sus familias. También estoy buscando dinero en la Universidad de Strathmore». Le he dicho que, sin duda, puede contar con nosotros. Michael tiene todas las garantías de que esta ayuda (como siempre en Karibu Sana) llegará a destino: él es el representante de Karibu Sana en Nairobi.
Esa es la expresión que más me gusta usar para describir la razón de ser de Karibu Sana: uno despierta a la realidad cuando cae en la cuenta de que tiene ante sí no a un ‘pobre’ o a un ‘niño’ o a ‘alguien de África’, sino a Víctor, Barbra, Esther o Michael. Es decir, despertar a la realidad es descubrir el carácter irrepetible de cada persona. Con ese descubrimiento aparece la decisión de ayudarle.
Las pasadas semanas he estado dando unas clases de Antropología Filosófica en el curso Young Civic Leaders de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Los alumnos era un grupo de 34 jóvenes profesionales (chicos y chicas) que quieren formarse en liderazgo cívico. Para mí ha sido una gran ocasión de conocer a gente muy inquieta y valiosa, y de volver a dar clases. Lo he pasado muy bien.
Visual Thinking para Karibu Sana
Esther García, una de mis alumnas, es experta en visual thinking, es decir, pensamiento visual (aunque ahora lo digamos todo en inglés). Desde el primer día ha tomado apuntes de mis lecciones por medio de dibujos. Os pongo aquí la última clase. No hay palabras, porque las imágenes casi bastan. Espero poder grabar estas sesiones en breve: avisaré. En esta última clase el tema era ese: despertar a la realidad. Y lo exponía a través de mi propia experiencia biográfica, aquella en la que el encuentro con un niño, Víctor, hizo que yo dejara de ver ‘niños pobres’ para pasar a preocuparme por Víctor, y que hizo que Víctor dejara de ver a un ‘musungu’ (blanco) para tener un amigo, Javier.
Adjunto otro vídeo. Está en kiswahili y es una entrevista en la televisión a Sister Carol en la que explica Kwetu. Otra vez, no hace falta entender las palabras: las imágenes hablan solas.
Sister Carol es la monja de las Sisters of Maria Immaculate of Eldoret (¡casi nada!) que se encarga de Kwetu Home of Peace. ¡Es una mujer muy valiente! ¡Y quiere un montón a cada uno de esos niños (a veces más de 100) que son invisibles para el resto de la humanidad porque viven en la calle, porque Kenia está muy lejos, porque andan entre basuras y drogas, porque parece que tendrían que dar miedo cuando en realidad son fantásticos! ¡Y reza sin parar, por ellos y por conseguir los medios para la labor que tiene entre sus manos!
Y ahí entramos nosotros, Karibu Sana.
Las nuevas literas de colores
Mola el rojo con azul
En las fotos os muestro cómo han quedado las habitaciones de Ruai, la casa principal (main house) donde tiene entre 70 y 100 niños, cada uno durante dos años, retomando la escuela y tratando de ganar la normalidad. Karibu Sana nos hemos encargado de revestir las camas (aunque no de elegir los colores) que se han colocado en habitaciones por edades, para crear un ambiente agradable y seguro para todos ellos.
Un color más de sabana
Además nos vamos a lanzar a por la granja que les ayudaría tanto a ser sostenibles. La primera etapa consistirá en la compra de 4 tanques gigantes de agua con la que puedan aplicar un riego gota a gota en una zona en general seca. Han reparado tres invernaderos y vamos (me encanta decirlo en plural, porque Karibu Sana es Kwetu) a plantar frutales (mangos) y cebollas, además de hacernos con más de cien gallinas. ¡Será im–presionante!
Esto es la main house
Y Sister Carol seguirá urgiéndonos con su sonrisa. En pocos días meterán a otros 20 niños rescatados de la calle. Hemos hablado esta mañana a través de WhatsApp. Me decía: «Hoy paseaba por allí, entre ellos, y me han rodeado y no dejaban de preguntarme cuándo podrían venir». Nosotros, tú y yo, desde Karibu Sana haremos todo lo posible para que eso sea cuanto antes.
Stephen con nuestro ingeniero agrónomo
También me ha contado que ayer rescató a William. Es un antiguo niño de Kwetu que volvió a su casa y luego volvió a la calle porque los problemas en casa seguían. Me he ofrecido a ayudar: la idea de Karibu Sana es estar allí para mandar a todos los que podamos a colegios internos para que no vuelvan a necesitar escapar de circunstancias difíciles. Lo emocionante es que cada uno supone por lo menos 900 euros por curso. ¡Tendrás que ayudarme a que crezca Karibu Sana!
Un breve vídeo, entrañable, de los niños de Desert Streams cantando y bailando una canción de parvulario para descubrir (creo) dónde están sus rodillas.
Bailar para coordinar
Los niños están en una semana de vacaciones. Tenemos dos habitaciones (niños y niñas) llenas de aquellos que necesitaban más protección. Seguimos colaborando con Kwetu Home of Peace y los niños de la calle. En Madrid, una conversación más con una excelente Fundación que en breve se reúne para ver cómo puede colaborar con nosotros. Niñas de 6º de Educación Primaria de un colegio que se alían para financiar los estudios de dos niñas. Una donación que llega desde Oviedo. Niñas de otro colegio, de 5º que convocan un cumpleaños pidiendo para Karibu Sana.
Una de las cosas buenas de Karibu Sana es que te abre puertas para conocer a gente impresionante. Me ha ocurrido en Nairobi, con decenas de madres heroicas, de padres abnegados y de niños y niñas maravillosos. Pero también me ocurre en España: alumnas de un colegio, un amigo que organiza una fiesta para los desconocidos niños africanos… y Eugenia.
Purity, que nos espera
A Eugenia la he conocido gracias a Purity. Esta es una niña de Nairobi, que ya tiene 14 años, que desde los tres es paralítica cerebral por culpa y causa de una meningitis. Me propuse tratar de hacer algo por ella, y algún amigo (Manuel) me habló de Nacho y de Paula, y de su iniciativa Run4Smiles (Correr por sonrisas).
Me invitaron a su casa el martes pasado: 40 minutos de moto y me encontré en un paraíso en una planta baja. Nacho y Paula tienen seis niñas (¡seis!) y apenas han pasado los cuarenta años. Ella es sevillana, de acento alegre, de movimientos rápidos. Él tiene el aspecto que le pedirías a cualquier buen consultor de banca: traje y pulseras y en forma y barba.
Hace seis años nació la tercera, Eugenia. Desde el embarazo sabían que un citomegalovirus había hecho enfermar a la bebe. El único consejo médico que recibieron fue que abortaran. «Total, va a ser como una tabla. No podrá sonreír». Ellos, más asustados que valientes (o valientes precisamente por aguantar vivir dentro del susto) vieron claro que no era falta de la niña estar enferma, y que la cuidarían mientras pudieran. El dolor de esa espera no fue nada comparado con el que vino después: angustia, hospitalizaciones, gasto económico y –sobre todo– el derrumbe de un mundo de perfección, salud y seguridad que se habían construido con estudio y con esfuerzos. Eugenia llenó su vida de zarandeos. Nacho reaccionó con rabia; Paula se acercó a Dios. Lo que no lograban era caminar juntos.
Eugenia, sus padres y sus hermanas (falta la pequeñaja).
Pasado un tiempo, con Run4Smiles ya en marcha, nacieron las mellizas, las hijas 4 y 5, lloronas y ruidosas, e inesperadas. Aquello fue la gota que colmó el vaso del agotamiento de Nacho, y al descubrir que con sus propias fuerzas ya no podía nada, descubrió (Dios le hizo ver) lo que su mujer le venía aconsejando: que se abandonara en Dios. Un retiro de Emaús al que le invitó un amigo transformó la perspectiva.
Seguidamente el matrimonio peregrinó a Medjugorje, también a causa de unas palabras casuales de una amiga («Salió el sembrador a sembrar…»). Rezando cada uno por su cuenta descubrieron exactamente lo mismo: «Eugenia ha venido para que ayudemos a matrimonios sin recursos con hijos en situaciones similares…, y para que les ayudemos a ganar visión sobrenatural». Y es que el número de rupturas que causa el estrés que acompaña a estas situaciones es muy grande: los niños paralíticos cerebrales son regalos no previstos. Lo que Nacho y Paula habían por fin descubierto era precisamente esto: Eugenia era un regalo.
A Eugenia le basta con ser. Al contrario de lo que decían los médicos, Eugenia sonríe. Y convoca en torno a su cama o en la generosa sala de estar de su casa, a decenas de personas cada lunes, cuando se aúnan para rezar el rosario y dar un beso a la niña. Sus hermanas se arremolinan en su entorno, y juegan con ella, la cuidan, la quieren… aunque Eugenia se limite a ser, y regale sonrisas. No la van a juzgar nunca por sus obras, por sus productos, por su sueldo, por su coche. Y en cambio no para de dar lecciones de alta catedrática en Antropología sobre la posibilidad del amor desinteresado, y sobre la realidad de que los hijos valen por que son, no por su CI, sus habilidades motoras o por su dicción.
«¿Quieres que organicemos una de nuestras jornadas de oración para que nos hables de Karibu Sana y ver si algunos de los que acuden se animan a cuidar de la educación de algún niño?», me ofrecieron Paula y Nacho.
«Pero vosotros necesitáis dinero para ayudar a vuestras familias y a Eugenia».
«Bueno, Dios proveerá», responden.
Y yo volví a mi casa en mi moto pasando frío y dando gracias.
El domingo fui a Gijón. Cené cachopo en casa de María y Nano. Al día siguiente María me acercó a Peñamayor, el colegio de sus tres hijos (Lola, Graciela y Fernando, que es todo un torete de tres años).
Peñamayor me preparó unas sesiones con sus alumnas. Me ofrecí a ‘darlo todo’ y me tomaron la palabra: tuve 6 grupos, una hora cada uno, desde 1º de Primaria (6 años) hasta 1º de bachillerato (16/17).
Hablando de los Masai
Me resultó apasionante. Primero, por tener que adaptar los discursos a las edades: dependiendo de los cursos me podía centrar en unas cosas (animales, niños y juegos) o en otras (necesidades y pobreza). Disfruté con las preguntas de las pequeñas, que aprovechaban para ir narrando sus vidas («Pues mi tía, que es enfermera, estuvo en África», «Pues a mi no me gusta la verdura»…). Y con las de las más mayores («¿Cómo se puede ayudar?», ¿Por qué hay tanta pobreza?».
Les invité a ‘abrir los ojos’
Como siempre, el mensaje a transmitir era positivo.
1º) Que diéramos siempre gracias (a los padres, al colegio, a Dios) por la suerte que habíamos tenido;
2º) Que pensaran que realmente podían ayudar: cumpliendo con sus obligaciones, sonriendo, entregando parte de su tiempo;
3º) Que si querían, podían también ayudar a los más necesitados, a través de Karibu Sana o donde quisieran, con la condición de que fuera fruto de su esfuerzo personal: «queda con tu madre en recibir un dinero a cambio de un servicio durante el mes para mandarlo a África»; «recorta en ese capricho (chuches, la enésima camiseta de Bershka…) y con eso cubre la educación de un niño»…
Así pudimos lograr otro de los fines de Karibu Sana: su dimensión educativa entre los niños de España.
Me dijeron las profesoras que les gustó mucho, a ellas y a las niñas. Para mí fue realmente un día feliz
Con las ayudas que hemos ido recibiendo hemos ido guardando fondos. Ahora mismo estamos preparando el modo más adecuado de ayudar a Kwetu Home of Peace en su esfuerzo por rescatar y rehabilitar a niños de la calle. Por ahora, la ayuda que esperábamos de Italia tendrá que esperar. Kwetu está tratando de mejorar en su política de contratación de profesores y trabajadores sociales. Los seguimos estrechamente tanto a través de la persona responsable (Sister Carol) como por medio de la ayuda de nuestro socio local (Strathmore University). Queremos ayudarles del modo más eficaz posible para que esos niños de la calle puedan tener verdaderas oportunidades.
El fin de semana pasado visité Alicante. El lunes estuve en un colegio explicando Karibu Sana a sus alumnas, con la idea de animar a las de Primera Comunión a que parte de los regalos sean donativos para educar a niños y de ayudar un poco en la educación de todas (les animaba a dar gracias por la suerte que tenemos, y a abrir los ojos). Además pude pasar el fin de semana con viejos amigos… y conocer Benidorm.
En el oeste de Kenia
Y me envían desde Nairobi fotos de algunos de nuestros alumnos recién incorporados a ‘boarding schools’ (internados), lo que supone –entre otras cosas– que los sacamos del ambiente insalubre de las chabolas y que van a poder estudiar con seguridad y concentración. Los de estas fotos provienen todos de Kibera. Unos estudian a 120 km de Nairobi (en Nakuru) y los otros en el Oeste de Kenia, a unos quinientos.
En Nakuru
La semana que viene espero poder compartir con vosotros datos definitivos sobre cuántos niños tenemos escolarizados. Nuestro empeño no ha hecho más que empezar, y nos crecemos ante las dificultades.