Con ‘Perlas en el barro’

El pasado martes, tarde de intensa lluvia en Madrid, me invitó Iván Rodríguez a una reunión del comité directivo de Perlas en el Barro. Iván estudió conmigo en el colegio y hemos estado 30 años sin vernos, pero todo anuncia una futura amistad. Desde hace unos años Iván ha iniciado un camino espiritual (yo le digo que algo ‘alternativo’) y ese encuentro con lo trascendente –y en cierto modo con Jesús– ha reorientado por completo su vida. Entre otras cosas por su deseo de ayudar a los necesitados.

Hace un tiempo entró en contacto con alguien de Kisii, una ciudad en el oeste de Kenia que pude visitar hace dos años, y comenzó a colaborar con una persona de allí que había comenzado un orfanato que cuida de 33 niños y niñas. Iván movió a sus amigos y entre todos tratan de sacar adelante ese proyecto. Han visitado Kisii un par de veces y ven muy claro la labor impresionante que pueden realizar por esos niños huérfanos que ahora tienen una oportunidad.

En la reunión, después de secarme del diluvio que cayó sobre mi moto, les conté la experiencia de Karibu Sana y les propuse algunos consejos prácticos y toda la cooperación que necesiten para que esas perlas con alma de niño puedan ser muy felices.

Mama Moses, una mujer orgullosa de su trabajo

Mientras, me han llegado fotos de Mama Moses, la madre de uno de nuestros alumnos, a la que le hemos prestado una pequeña cantidad de dinero para que desarrolle un negocio (venta de ropa y telas) que permita que no le sigan echando de su pequeña casa y que sea capaz, por fin, de alimentar a sus tres hijos. Es un crédito sin intereses que nos irá devolviendo cada mes. Le deseamos lo mejor.

Por último, acabamos de pedir dinero a una Fundación para que nos ayuden a financiar la construcción de dos habitaciones para dar techo a niños sin recursos. Ya os contaré si tenemos éxito, que estoy seguro de que sí.

¡Gracias!

Y todo es bienvenido

Semana de gestiones internacionales. Hemos recibido el primer donativo ¡desde Chile! Un grupo de señoras, según mi contacto ‘mayores’, nos ha enviado 20€, y quieren seguir haciéndolo cada mes. Es complicado (lo mandan a una de estas empresas de envío de dinero, la primera vez que fui no funcionaba el programa informático porque había un error en el envío, a la segunda ya era amigo de la dependienta…) y muy ilusionante.

Wonderful y Moses, dos estrellas

También he tenido conversaciones con un abogado, un arquitecto, el director de una fundación para familias, el socio de una empresa de aislamientos en edificios y uno de los padres empeñados por sacar adelante un proyecto educativo…, y todos han decidido aportar su grano de arena, que yo siempre leo como niños que se escolarizan y a los que protejemos.

Ayer me llamó un amigo de los tiempos del colegio, que nos hemos visto dos veces en treinta años, ofreciéndome material de su empresa para donar en especie. Le tomé la palabra y me hizo feliz.

Austin, su hermano Michael y su tía/madre Priscillar formato selfie

Y le he dado, en la medida de mis posibilidades, un empujón a la habitación para niños en exclusión en el colegio Desert Streams. Son cinco chicos, todos de 14, que están en una situación muy complicada. A uno tenemos que recuperarlo de la calle, otro vive con su hermana prostituta, otro tiene SIDA y le hacen el vacío en su familia, otro entra y sale de la casa de su madre según a ella le cierran la casa por falta de pago de alquiler y el último lleva tiempo pasando hambre porque su madre no ingresa nada. Como esto se sale de nuestro presupuesto ordinario, toda idea es bienvenida. Montar la habitación para los 5 y para el profesor que les atenderá nos va a costar unos 900 euros. La alimentación, material escolar y ropa será unos 20€ por niño al mes, 100€ en total cada mes. Un pequeño reto que para estos 5 es la diferencia entre la supervivencia y la calle. En unos meses tenemos que empezar algo similar para niñas, en este caso huérfanas totales.

¡Seguimos!

Mary

Esta semana algo muy breve: la sonrisa de Mary. Me pidió algo de dinero en un autobús que me acercaba a Nairobi: querían cenar algo ella, su madre y su hermano pequeño. Me puse a charlar con la madre: ¿y si además de cenar pensamos en la escuela de Mary?, le pregunté.

Ella no daba mucho crédito a mi propuesta, pero me llevé un número de teléfono y ella tomó el mío. En tres días estábamos ya en contacto con un colegio, Bethany Education, y con su director, Orlando.

Mary, ayer en el colegio

Esta semana Orlando me ha escrito mandando esta foto de Mary. Me pide si podemos ayudarles con otros 2 o 3 niños sin recursos. Yo le he respondido que seguro que sí, que haremos números.

¿Nos ayudas?

PD: ¿Te acuerdas de la entrada del diario en la que hablaba de que buscábamos en la calle a Sammy? Ha costado dos meses, pero ya le hemos rescatado y ha vuelto al colegio. ¡Saldrá adelante!

Estudio desde muchos frentes

Arriba tenéis una foto de Nairobi. En marrón, los distintos ‘slums’ (barrios de chabolas) de la ciudad. En ese pequeño espacio vive la mitad de la población. El que yo más frecuento, Kibera, es el más grande, abajo hacia nuestra izquierda. Strathmore University, mi universidad, se encuentra muy cerca de Kibera.

El plano lo han hecho en un equipo de investigación de urbanismo en la Universidad de Navarra (mi ‘alma mater’). Nos reunimos el pasado lunes. Resulta que Juan Ramón Selva, amigo y arquitecto, me contó la noche anterior a lo que se dedicaban y me pidieron una visita para hablarles ‘desde el terreno’. Trabajan en un grupo de investigación del ICS (Instituto Cultura y Sociedad) centrado en el desarrollo y la pobreza. Como buen grupo de estudios teóricos, nunca han estado en Nairobi, si bien tienen mucha más información que yo.

Con Ángela, urbanista y voluntaria en Perú.

Lo que pretenden es editar un ‘mapa real’ de la vida en el ‘slum’. Con una empresa alemana que trabaja en Nairobi los van cartografiando y clasifican vivienda a vivienda. Me encanta la idea, porque es como recuperar la condición de irrepetible de cada persona: no es que en Sinai, Kabanwware o Kibera vivan muchos, sino que hay –en concreto– X número de casas. Me gusta la idea, porque es necesario saber contar solo hasta uno (o ‘a cada uno’) para hacer justicia a la humanidad. De todos modos les indico que el número de habitantes será muy superior: entre 5 y 7 cada chabola, y algunas son de dos o tres pisos.

También hablamos sobre la ética de la investigación: cuando se estudia la pobreza, ¿basta con presentar un estado de la cuestión?, ¿con cubrir hitos de publicación de papers? ¿O es necesario pensar en los pobres, en las víctimas? ¿Se puede investigar la pobreza como si se investigaran las proyecciones de desarrollo de la industria automovilística?

Me ha escrito desde Nairobi Phillys. Me cuenta de su hija pequeña. A dos de sus hijas las tenemos en un internado, los dos chicos viven con la madre y la pequeña (Rachel) también. La niña está terminando ahora unas pruebas médicas y ha sido un año duro para ella. En mi último viaje le compré una muñeca y un puzle de animales. Me cuenta Phillys lo que eso le ayuda a olvidar sus problemas y lo feliz que está la pequeña.

Rachel, relajada.

Contamos con vosotros, desde muchos frentes.

Los que ayudan a Karibu Sana en Kenia

¡Se acabó el verano!, pero la aventura continúa. Yo mismo he pasado unos días de desconecte en Galicia que no me aislaban de ningún modo de nuestra tarea común en Kenia: las llamadas por medio del Whatsapp me han acompañado casi cada día.

En este tiempo le he pedido a dos personas de Nairobi que nos echen una mano: el trabajo diario (pago de colegios, seguimiento de niños y familias, necesidades concretas, etc.) es bastante y pensaba yo que Michael Babu agradecería mayor respaldo.

Michael en el despacho de donde sale todo
Con Purity el pasado junio

La primera ayudanta se llama Purity Kerubo. Fue alumna mía y creo que no conoce notas por debajo del 10. Ahora, a punto de terminar su carrera tras unos meses de prácticas, quería colaborar con nosotros. Ella viene de un entorno complicado, pues nació cuando su madre era una chica de 16 años y se crió con unas monjas católicas en la ciudad de Kisii. Ayudamos a los estudios de su hermano de 16 años. Es tremendamente simpática, muy lista y capaz de ganarse a cualquiera.

Maimuna, una excelente jurista

La otra es Maimuna Jelle. También ha estudiado en Strathmore –en la School of Law– y desde hace tiempo hablamos de colaborar. La conocí porque era la representante de los alumnos de la universidad y porque probablemente era la alumna más elegante de todas.

Aparte está el matrimonio Oloo (Desert Streams), Sister Carol y Stephen (Kwetu Home of Peace), y tantos otros.

Sister Carol, con Kwetu a sus espaldas
Stephen, el administrador de Kwetu, valiosísimo

Así cumplo con uno de mis sueños al pensar en Karibu Sana: su carácter ecuménico e inter-religioso. Michael es protestante, Purity católica y Maimuna musulmana. Nunca preguntamos la religión de los niños o de las familias, si bien todos ellos son tremendamente piadosos. Karibu Sana se encuentra abierto a todo niño que quiera estudiar, y queremos siempre fomentar la libertad de los pequeños y la de sus familias (respetamos sus decisiones, aunque también les damos consejo si vemos que la escuela que eligen no es demasiado buena). A mí me mueven mis convicciones de católico, y esas incluyen saber que cualquier persona es hija (y predilecta) de Dios, junto a gran amor a la libertad y una gran confianza en la Providencia. A Michael, Purity y Maimuna les mueven las mismas convicciones, y un gran amor a su país y a sus conciudadanos.

Laura Venzal, recién terminada con honores su carrera de derecho y con un precioso proyecto relacionado con el arte en Tanzania, estuvo visitando Kwetu y Desert Streams este verano. Entre ella y sus amigos (gente joven de Mallorca y de Pamplona) se han comprometido a financiar los estudios universitarios de dos de los jóvenes profesores de Kwetu. Y es que es verdad: aquí caben todas las iniciativas. Ya han empezado a mandarnos dinero. Con poco se hace mucho, se hace la diferencia.

Laura, que visitó Karibu Sana, y Joan

Por nuestra parte, en España, tenemos retos fundamentalmente económicos: me gustaría que pudiéramos ponernos a construir el colegio de Desert Streams en Noviembre y empezar cuanto antes la granja de Kwetu. Entre tanto, 105 van diariamente al colegio gracias a vosotros y otros 125 niños rescatados de la calle (los de Kwetu) confian en nuestra ayuda para nunca volver a vagar sin rumbo.

¡Bienvenidos al otoño!

 

Un refugio para niños que son víctimas

Llevo un tiempo trabajando en esta idea: crear un refugio para niños que son víctimas de abusos (fundamentalmente malos tratos), o huérfanos totales, o que se encuentran en la calle porque la madre no puede pagar el alquiler de la casa. Darles seguridad, de forma que los más vulnerables tengan la oportunidad de educarse.

Lo he hablado con Judy Oloo, la directora de Desert Streams of Kibera, un colegio con el que colaboramos y en el que tenemos a 25 estudiantes. El día que nos sentamos a preparar una lista de candidatos nos salieron 18 niños y niñas en cuestión de segundos.

Se trata de seguridad, estudiar, dormir, comer, lavarse…, los derechos del niño

Primero hemos pensado dónde. Necesitamos al menos dos habitaciones, una de chicos y otra de chicas. Cada una debería tener un profesor o profesora a su cargo. A la vez son niños sin ningun tipo de apoyo familiar, de modo que precisan manutención (comida, material escolar, ropa). Y eso tendríamos que hacerlo de un modo sostenible (esto es, contar con las donaciones necesarias para cubrir los gastos durante un largo periodo de tiempo).

Para las habitaciones se nos ocurrió construir una sede temporal, a la espera de acomenter la construcción del nuevo colegio (Desert se quemó hace 18 meses y hay que levantarlo de nuevo). Pero solo esa construcción eran unos 2.000€, y se trataba de una solución muy temporal, de modo que me eché para atrás.

Judy tuvo la idea de montar tiendas de campaña, como las que usan en Kenia para tener cualquier tipo de reuniones. Allí instalarán dos clases (1º y 2º de la ESO), y en las habitaciones que ahora utilizan para la docencia pondríamos los dos cuartos. Habrá que buscar otro espacio para que puedan lavarse, y contar con que los profesores encargados sean capaces de cocinar, y comprar camas y colchones y sábanas y mantas y toallas y ropa y cuadernos y jabón y…, todo lo necesario para que esos niños y niñas se puedan valorar a sí mismos con la infinita dignidad que tienen que con frecuencia su pobreza extrema les trata de ocultar.

Os adjunto el coste del proyecto. Los primeros cargos (del 1 al 18) son para realizarlos (más o menos) una única vez. Los dos últimos (19, manutención; 20, pago de los encargados de cuidarles) son todos los meses. Calcularlo es sencillo: divide la cifra que da en chelines kenianos entre 117 (un euro es 117 chelines kenianos) y sale la cantidad que necesitamos para un trimestre para 18 niños: 755.580 chelines kenianos, 6.457 euros. Es decir, cada niño costaría 358€ al trimestre, 119€ al mes. Esa cantidad, 119€ al mes, supondría la diferencia entre sobrevivir en la calle y tener un lugar donde encontrar tres comidas diarias, seguridad, cariño y posibilidades de estudiar. Comprados los enseres el coste bajaría a unos 90€ al mes por niño.

El presupuesto para un trimestre de refugio a 18 niños

Pero cuando veo la cantidad total es el momento en el que me entra el vértigo: ¿llegaremos?

Te recuedo las cosas que tenemos ahora entre manos en Karibu Sana:

  1. la matrícula escolar de 125 niños y niñas, que cubrimos casi con las aportaciones mensuales de los que colaboran con nosotros;
  2. la construcción de una granja en Kwetu Home of Peace, para la que hemos pedido 100.000€ que esperamos recibir de Italia. Con ella se suministrarían su propia comida y podrían vender el excedente en Nairobi para pagar a los profesores e ir sosteniendo ese proyecto que rescata a 125 niños de la calle (verduras, cebollas, gallinas, huevos y leche incluidos);
  3. la compra de un autobús que evite que muchos niños de Kwetu hagan en torno a 20 kilómetros diarios caminando cada jornada, para la que hemos pedido otros 50.000€ que espero que nos concedan también en Italia;
  4. la construcción del nuevo edificio del colegio Desert Streams of Kibera en la que recibirían educación 250 niños y niñas entre 3 y 15 años, viniendo todos de familias en situación de pobreza extrema cuando no de la orfandad o de entornos de abandono y violencia. Calculo entre 70.000 y 100.000€ que todavía tenemos que conseguir en su mayoría (hemos ahorrado para esto, por ahora, unos 30.000€);
  5. la obtención de 30/40 becas más cada año para que los niños que vayan terminando en Kwetu puedan ir a un internado evitando así el peligro cercano de volver a la calle porque los problemas que les motivaron a huir de sus casas siguen presentes (unos 30.000€ al año por 40 becas).

Además de esos ingresos mensuales por pequeñas ayudas, gracias a Dios y a la generosidad de muchos, vamos recibiendo fondos de particulares y empresas que hacen donaciones puntuales y con frecuencia abundantes (la última, una promesa de ayuda de una fundación por 5.500€).

De que jueguen, crezcan, puedan decidir.

Pero las necesidades son infinitas, y la vocación de esto de ayudar creo que incluye la tendencia a ir un poco con ‘el agua al cuello’ porque por muchos planes que te hagas esos 18 alumnos necesitan ayuda ahora, y no dentro de un año o de siete.

Siempre con calma (la Providencia nos lleva ayudando desde el principio de formas muy asombrosas) pero siempre con urgencia.

¿Aceptamos el reto del refugio? Necesito para eso de tu ayuda, pues esta es el mejor de los argumentos

Te escribe Moses W.

Moses W.

25 de julio de 2018

Querido Javier (querido Karibu Sana),

Primero me gustaría enviarte mi más afectuoso saludo esperando que te encuentres bien. Yo meencuentro con grandes ganas de aprovechar este momento de oro para compartir contigo unas pocas cosas sobre esto y lo otro.

Estoy contento de informarte que trabajo muy duro en mi educación a pesar de todas las dificultades. Como bien sabes, mi vida es un poco complicada pero intento hacer todo lo posible para alcanzar mi destino.

Mi madre sigue sin conseguir ni siquiera un empleo casual y por eso te pido por cualquier tipo de apoyo o ayuda que puedas ofrecerle, de modo que encuentre un modo de conseguir comida y techo para nosotros. Ella quiere vender ropa para ir logrando ingresos con los que alimentarnos y vestirnos. El dinero que nos enviaste para comprar comida se lo hemos dado al dueño de la casa que después de pagarle nos ha vuelto a abrir la puerta. Hemos podido volver a entrar y cobijarnos, pero no tenemos comida de ningún tipo.

Mis amigos M., J. y B. [todos de Karibu Sana] han cambiado de verdad y casi nunca faltan al colegio. Recibe sus saludos. Prometen esforzarse en el trabajo y no darte disgustos.

Dales saludos a la familia que está apoyándome para que encuentre la luz al final del tunel y convertirme así en alguien importante para la solciedad. Reza por mí para que siga esforzándome, logre éxitos y cambie así mi historia. Gracias, con todo cariño

M. W.

 

Moses, que es un chico listísimo, que ha vivido en la calle unos 7 meses de su vida; que ha estado en Kwetu Home of Peace durante dos años (rescatado y rehabilitado de la calle); que lleva otros dos años bajo nuestro paraguas; que pasó 2 meses detenido en una celda asquerosa en torno a la pasada navidad; que no tiene padre y vive con una madre incapaz de sustentarle a él y a sus dos hermanos; que hace un mes –estand yo allí– estresado porque les habían echado de su casa a la calle, casi abre la cabeza de otro muchacho con una botella de cristal; que me prometió que no quiere ser un criminal; que ayuda mucho a los tres amigos que cita, quienes se mueven en el borde enre la delincuencia y la redención; que nos va a dar muchas alegrías con su esfuerzo…

Qué es el típico beneficiario de Karibu Sana.

¿Me ayudas a buscar más gente que quiera colaborar con nosotros encargándose de la educación de uno de estos niños por 20€ al mes?

Dos grandes amigos: Meshak y Moses

Look for Sammy!

Me ha llegado un mensaje por Whatsapp de Sara Mergult, una chica española que vive en Nairobi, que trabajaba conmigo y que es uno de los grandes apoyos de Karibu Sana en Kenia. El fin de semana estuvo paseando por el centro de la ciudad (lo que allí llaman town). Al subirse al matatu (el autobús público en esa ciudad) se le acercó un niño a saludarle desde fuera del vehículo. Era Sammy, antiguo residente en Kwetu Home of Peace (el centro de acogida de niños de la calle). Iba todo sucio, desastrado, y muy mal por consumo de droga. La conversación, con el bus a punto de arrancar, fue urgente: no tuvieron tiempo más que para intercambiar unas frases que por parte de Sara fueron de ánimo y de deseo de reunirse de nuevo con el chico, con más tranquilidad.

A Sammy le dio tiempo a decirle que hacía cuatro meses que había terminado en Kwetu, y que tuvo que volver a casa. Pero allí la situación de pobreza seguía siendo radical, y en poco tiempo decidió escaparse de nuevo. Solo volver a la calle, él tiene ahora 15 años, comenzó el consumo de droga, el robo, el miedo, el frío. Me aterroriza pensar que durante mi último viaje, en junio, él ya estaría perdido por los barrios de Nairobi.

–»¿Por qué no vas a Kwetu y pides ayuda?», le preguntó Sara.

–»Por que me da vergüenza que vean cómo han malgastado el dinero en mí», contesto el muchacho.

Sammy, el primero al que me encontré en ese centro cuando fui a conocerles. Que tenía una cara con luz propia, y estaba en esa etapa de la ‘madurez de la infancia’ que hacía que todas las conversaciones con él resultaran interesantes. Que me narró la historia de su escapada, las palizas que le dieron unos traficantes de droga, las risas que le produjo las dos veces que escapó de la comisaría. Que fue madurando en Kwetu, hasta el punto de pedir ser bautizado como católico hace apenas un año.

Una realidad: 60.000 niños viven en la calle en Nairobi

–»Javier, espero reunirme con él hoy en un centro comercial. ¿Qué hacemos?», pregunta Sara.

–»Primero dile que le quiero, que le queremos todos un montón. Y que en Kwetu no va a decepcionar, sino a dar una gran alegría con su vuelta. Y que estoy dispuesto a que le paguemos el colegio hasta que acabe, y luego la universidad o lo que sea. ¡Pero que vuelva! Dile que antes de ir a un internado tendrá que pasar un par de semanas en Kwetu cogiendo el ritmo, y limpiándose por dentro de la droga. Pero que no pasa nada, ¡que no pasa nada!»

Al rato me escribe Sara diciendo que ha esperado durante una hora y que Sammy no ha aparecido.

–»Intentemos otra cosa», respondo. «Te mando unas fotos con su cara. Por favor, vete con alguien a la zona donde le viste, en town, y enseña a los niños de la calle con que te encuentres la imagen. Diles que le avisen que la chica blanca le busca y que le espera en Kwetu. ¡A mí con David me funcionó hace ya un año y el niño está feliz y a buen recaudo!».

Vivir así es sobrevivir

Lo va a intentar. Me siento mal, como si no hubiera hecho lo que debiera. Quedé hace seis meses con la directora de Kwetu, Sister Carol, que nos teníamos que encargar de enviar a todos los que terminaran a internados, porque si no el 70% vuelve a la calle. Pero lo que duele no es la estadística: es que Sammy está ahí fuera, sufriéndo muchísimo. Y como él, un montón de niños –cada uno de ellos– que son todos víctimas.

¿Le rescataremos? ¡Ojalá! Ayúdanos, con tu dinero y, si puedes, con tu oración. Sammy lo necesita. Y nosotros también.

No queremos que Sammy vuelva a pasar por esto

Una mañana en Desert Streams

La jornada del 19 de junio la dediqué a Desert Streams, un colegio de Kibera en el que estudian 25 niños y niñas de Karibu Sana. Judy, la directora, es una mujer fantástica, con una preocupación preferente por las ‘periferias’ que me enseña constantemente el significado de la palabra servir.

Siempre hay tiempo para cantar

Habíamos concertado varias reuniones, con niños y padres. La mañana se convirtió en un goteo de conversaciones en las que a veces Judy me servía de traductora.

El primero fue Edward, un alumno de 15 años que lleva ya dos con nosotros. Con voz entrecortada por el kswahili y la emoción me fue poniendo al día de algunos de sus problemas. La familia es muy pobre, y es cabeza una hermana de 18 porque los padres murieron. Además a él le hacen un cierto vacío: heredó de sus padres el IVH, y en este viaje he descubierto que mucha gente sospecha que la enfermedad se transmite por el aire, convirtiendo a estos niños enfermos en rechazados. Eso, y el hambre, le hace sufrir mucho y me conmueve. Tomo dos medidas: Edward será uno de los niños que pasarán a formar parte de nuestro nuevo proyecto con Desert (una habitación dentro del colegio para que puedan vivir niños maltratados, echados por los caseros, o en peligro de exclusión o delincuencia). Y hago venir a su hermana para poner algunos puntos sobre las íes.

Se acaba de subir a nuestro barco

Luego me presentan a Rose, una niña de 13, lista y guapa, que es la mayor de 5 hermanos y que nos pide ayuda para estudiar. Todavía viste el uniforme de la anterior escuela, de la que le echaron porque su madre no podía pagar la mensualidad de unos 10€. Me alegra mucho decirle que sí.

Paso a Frederik (llamémoslo así), que está en 6º con tres años más de los debidos, al que sus padres han abandonado en Kibera y que lleva semanas con cierta crisis entre el camino del ‘bien’ (la escuela) y el del mal (amigos de la calle). Me entero de la enorme violencia a la que estos desgraciados están sometidos (no son extraños los asesinatos) y la conversación con Frederik se convierte en todo un reto. También tiene que incorporarse a nuestra habitación/refugio en Desert.

Judy me va presentando a madres que quieren verme. La primera es Martha, viuda con dos niños de tres y dos años. El pequeño nació cuando ella, recién perdido su marido, estuvo en coma durante tres meses. Una consecuencia de su enfermedad ha sido la parálisis total (por ahora) de una de sus piernas. Está sin trabajo, sin ayuda. Le pido sus informes médicos, que me envíe los medicamentos que necesita, y le aseguro que nos encargaremos de los niños. No son todavia las 11 de la mañana.

A pesar de su parálisis podremos ayudarle a hacer lo difícil algo más sencillo

Luego viene Selfa. Se encuentra muy tensa, y no es para menos. Hace unos días su hijo (alumno aquí) sufrió un ataque con una botella de cristal de Fanta. La rompieron en su cabeza. El atacante, al que conozco, nos enteramos más tarde de que se encontraba en pleno ataque de estrés tras haber sido echados de su vivienda por impago. Hablé con la madre del herodo, hablé con él. La tarde anterior la pasaron de pruebas en hospitales y gracias a Dios no quedarán consecuencias del golpe. Aunque la madre trabaja, su salario equivale a unos 75€ al mes. Le ofrezco nuestra ayuda en la educación del niño. De paso me aseguro con Judy que me concierte una cita con el agresor para sentarnos a hablar. En el colegio suponen que lo lógico sería darle unos cuantos varazos para que sea consciente de lo que ha hecho. A quien esto sugiere le respondo que no, que el chico ya ha enviado cartas de disculpa a la víctima, a los profesores y a mi, y que con hablar me basta: necesitan amor y protección, no vergüenza o miedo.

Dos días más tarde me senté con él, charlamos largo y tendido, y quedó en pedir disculpas clase a clase, con un mensaje claro: «Ese no quiero ser yo. Yo quiero estudiar». Y se que lo dice de corazón.

Me relajo un rato viendo jugar a los más pequeños: bailan en el patio, donde antes del incendio estaba la escuela, y rezuman una alegría que nada parece tener que ver con los dramas que me están contando según pasa la mañana.

‘¿Y ese pelo?’. ‘¡Estilo!’, me dijo.

Charlo con algunos de nuestros beneficiarios: este que se incorporará a nuestra habitación refugio, el otro que anda como loco porque va a ser fotografiado, los cuatro hermanos de los que se encarga uno de los donantes de Karibu Sana y a los que grabo un vídeo donde se lo agradecen entre muestras impresionantes de alegría, el día a día de un centro educativo que necesita de todo menos de ‘misión’, pues esta la tienen clarísima: servir a los más necesitados.

¡Como nosotros!

Esta es nuestra esperanza.

Los problemas de un niño Masai

Benjamin es un niño masai de 13 años. En la actualidad estudia el último curso de primaria y en noviembre tendrá el examen para pasar a secundaria. Sus notas son todavía mejorables: tiene 220 puntos y debería llegar a 260 sobre 500. Le conocí hace dos años y ya entonces le ofrecí que nos encargáramos de su educación, invitándole a cambiar a una escuela mejor que la suya. En concreto estudia en Queen of Peace, el colegio que dirigen las monjas de Kwetu Home of Peace en Ruai, a 20 km de Nairobi y a 5 de la casa de Benjamin. Desde hace un año cubrimos también los estudios de sus tres hermanos, que van a la misma escuela. Esto significa un cambio total en la vida de esa familia: los masai se dedican a la cría de ganado, y aunque sean los típicos que vemos en los documentales sobre Kenia y su aspecto nos resulte folklórico, en realidad se trata de una tribu de fuertes tradiciones que no siempre casan con lo que entendemos por desarrollo: viven en mabati, poblados de chabolas en los que comparten el terreno con el ganado; la mujer se ocupa de todo a la vez que queda relegada en la vida pública; los varones se suponen que emplearán su tiempo cuidando vacas, lo que supone jornadas de 10 o 12 horas andando sin parar en busca de pastos por esas tierras resecas. Benjamin a los 11 emprendió con su padre un viaje para llevar las vacas hasta Masai Mara: 250 km de pastoreo que me asegura que se le pasaron como un suspiro.

Así son casi todos los problemas a los que se enfrenta Benjamin en este curso crucial para su formación. Y es crucial porque de sus notas depende que pueda pasar a Secundaria, de lo que por supuesto que depende la posibilidad de que vaya a la universidad. Con un inglés delicioso, me va narrando sus principales retos.

 

1– La lejanía entre su casa y la escuela, unos 5 km, que le quita dos horas que podría dedicar a estudiar;

2– Sus fines de semana con el ganado, de 7am  a 5pm, que le provocan tal cansancio que por la tarde no puede estudiar;

3– La falta de algunos libros de texto que su padre no puede comprar con ese sueldo mensual de unos 45€ a distribuir entre los 4 hermanos y la madre;

Por otro lado es una maravilla ver lo feliz que está de llevar dos años ya centrado en su educación, y el deseo que tiene de cambiar su vida de masai por una existencia más normal.

La entrevista no está doblada, pero en un par de momentos hago de traductor. Sepas o no inglés, disfrutarás muchísimo con el modo de hablar de Benjamin, y con el tremendo optimismo con el que se enfrenta a una vida bastante compleja.

Por ahora hemos tomado la decisión de comprarle una bicicleta para que el camino de casa a la escuela y de la escuela a casa sea más hacedero y breve.