Hace dos años y pico que comenzamos con Karibu Sana. Desde el principio se me ocurría que no se trataba de eliminar el problema de la pobreza en África. En primer lugar porque ese concepto, África, es muy genérico: 55 países dan para mucho más que un nombre. Podría pensarse entonces en Kenia, o en Nairobi, o incluso en Kibera (el lugar de donde vienen la mayoría de los niños a los que ayudamos). Nada de esoes adecuado.
No luchamos contra la pobreza, sino por Víctor, por Fidel, por Esther, por Joan, por Sarah… No nos dedicamos a los conceptos, sino a los nombres propios. Detrás de cada ayuda que recibimos hay una persona que se beneficia. Detrás de cada persona que se beneficia, hay un cambio asombroso en su biografía.
Y eso es algo que debemos tratar de no olvidar nunca: no donamos dinero ‘para los pobres’, sino que ayudamos a que Víctor pueda estudiar, no pierda su tiempo en la calle, tenga la posibilidad de crecer sano y de formarse, tenga la oportunidad de vivir como adulto en una situación mejor de la que han alcanzado sus padres. Les ayudamos a quitarse de encima el techo de cristal con que les encapsula la pobreza extrema. Pero no a los pobres, sino a él, y a ella, y a él, y a ella.
Y son 92 niños y niñas, algunos adolescentes, unos pocos jóvenes. Os podría contar la historia de casi todos. Me encantaría no poder hacerlo (porque eso significaría que son muchos más, que son 300, los que estamos ayudando), aunque me encanta también ser capaz de ello (porque quiere decir que conservamos la dimensión de trato personal en lo que hacemos.
Como sabeis, estos pagos se gestionan desde Strathmore University, con los niveles de control propios de uno de los centros de educación superior más prestigiosos de ese país.
Gracias!