No todas las historias acaban bien. O eso parece. Sin embargo…
Al poco de volverme a España, en enero de 2017, Samuel Omondi, un niño al que yo mismo había llevado desde el puente donde dormía hasta Kwetu Home of Peace, el hogar donde se reforma a los niños de la calle, huyó. No conseguimos entender sus motivos, que no serían en exceso racionales: Samuel llevaba ocho meses en la calle, huérfano total, y había recorrido 500 kilómetros desde su ciudad hasta Nairobi. Quizá le tiraba mucho la libertad y poco los horarios que impone ir a la escuela. La cuestión es que se marchó y no volvimos a saber de él. A mí me dio mucha pena, pues le había cogido mucho cariño desde el día en que le conocí perdiendo el tiempo en la calle.
En 2019 llegó una noticia: Sara, una amiga española que vive en Nairobi, le había visto. Pero fue justo cuando el transporte de Sara abandonaba un lugar del centro de la ciudad. Me comentó que Samuel parecía drogado, y que le había preguntado por mí. En seguida se perdió en la noche.
Hace dos semanas apareció de nuevo. Otra vez se encontró con Sara. Le pidió que me preguntara si le perdonaba. Inmediatamente pedí a Sara que me pusiera en contacto con él. Lo hicimos por WhatsApp. Ahora tiene 19 años, la voz grave, y trabaja en un puesto callejero donde se vende comida, en el slum de Kibera. Vive con el matrimonio dueño de la tienda a cambio de su tarea. No ha vuelto al colegio: con 19 años no ha terminado la Primaria. Samuel, sin embargo, es un chico tremendamente inteligente, y tiene un alto nivel de inglés. A la pregunta de por qué se escapó no sabe qué responder: que no se veía encerrado, que se equivocó.
Hemos hablado mucho en estos días: me escribe todos, o me manda un audio. Ya ha estado con Michael Babu, el representante de Karibu Sana en Nairobi, y con Judy Oloo, la directora del colegio Desert Streams. Le he propuesto terminar la Primaria a la vez que trabaja en el colegio, con idea de que haga al año siguiente una formación profesional superior, o ya veremos.
Ayer me escribía lo siguiente: «¿Sabes? A veces me haces sentir que no me encuentro solo. Llevaba mucho tiempo pensando en cómo podía ponerme de nuevo en contacto contigo. Y ahora que te he encontrado, te voy a agarrar fuerte con mis dos manos».
No todas las historias acaban bien. Pero algunas empiezan de nuevo. Samuel Omondi no va a estar solo nunca más.