Me ha mandado Judy Oloo, la directora de ‘Desert Streams of Kibera’, uno de los colegios en los que tenemos niños, una petición.
Su colegio acoje a esos alumnos hasta que llegan a Standard 8, nuestro 2º de ESO. Al terminar ese año, realizan todos los niños un examen nacional de reválida que decide si pasan o no a la secundaria (de 3º de la ESO a 2º de Bachillerato). Terminada esa etapa llega otra ‘selectividad’ de la que salen, de entre 250.000, los 70.000 candidatos para las universidades públicas y privadas.
Este año un grupo de 14 alumnos de Desert ha llegado hasta esa meta. Es la 3ª vez que el colegio presenta a sus candidatos. Quizá en 2017 han tenido más mérito porque en enero pasado se quemó el colegio y han tenido sus clases en la sala que compartían con los otros 200 niños (ruido y ruido y ruido, además de incomodidades). Además tienen las condiciones propias de los más pobres de Kibera: falta de libros de texto, ningún apoyo en casa, ausencia de un lugar medianamente decente donde estudiar (la vida transcurre en la habitación única de 12 metros cuadrados). A pesar de esos condicionantes, han pasado a secundaria casi todos.
Pero eso no es la solución de todos los problemas: algunos padres no tienen medios para pagar las ‘fees’ (el precio) de la escuela secundaria. Otros consideran que, siendo niñas y no niños, no merece la pena el esfuerzo: que ayuden en casa y que se casen pronto. Eso, como podéis sospechar, suele desembocar en una falta total de preparación y, con frecuencia, en situaciones de riesgo para embarazos adolescentes (nada que hacer, falta de seguridad, etc.). Además, me asegura, no son pocas las que tienen situación de violencia familiar: padres que beben, madres desquiciadas, palizas…
–¿Podrás encargarte de ellas?– me dice Judy. Me cuenta, por ejemplo, que la de mejores notas se presentó en su casa pidiéndole asilo. ‘Mi padre me pega y no quiero volver con ellos’. Me dice que la única solución apropiada sería que fuera –ellas y las otras 7– a estudiar interna al Oeste de Kenia: donde sus pueblos de origen, lejos de ese agujero que resulta ser Kibera.
Hago números. 100 euros al mes, cada una, durante 10 meses. 800 euros las ocho cada mes, 8.000 euros en un año. ¿No es demasiado? Realmente dispararía los gastos de Karibu Sana.
Y, sin embargo, me digo que por qué no va a ser posible. ¿Acaso no estás tú leyendo esto? ¿Acaso no puedes ayudar, bien con lo tuyo, bien buscando colaboradores, bien con las dos cosas?
Ann Odera (286 puntos en su examen nacional), Dorothy Wantiru (268), Jamila Vujeta (329, la mejor nota), Mildred Mudembu (291), Purity Muhonya (291), y tres chicas más, nos necesitan.